Sunday, September 24, 2006

En momentos de la antropología y las ciencias sociales clásicas, el “ser social” se definió por el espacio físico que compartía con otros, en donde actuaba, construía su propio mundo de vida, construía significados e interactuaba con una comunidad en particular con la que construía un mundo de vida común, con significados y elementos comunes. En este momento el ser social se definía por el espacio y por la cultura que en él se construía. El ser social era portador de una cultura específica.

Actualmente, las condiciones de espacio son distintas (en parte ocasionado por la redefinición a la que ha obligado el Internet y el “espacio virtual”, en parte por la movilización espacial en aumento desde y hacia todas las poblaciones), lo que nos ha obligado a reconsiderar este “ser social”, cuando no es ya definido por un espacio, ni determinado por una cultura particular, en la que construía su “yo” a partir del que creaba a su “otro”, sino que ahora actúa dentro de un espacio “virtual” sin fronteras delimitadas, en donde el “yo” y el “otro” se encuentran en cualquier lugar y en constante movimiento.

En este momento, sí se rechaza la noción de Malinowski y los funcionalistas de construir un estereotipo de un ser humano como portador de una ‘cultura’ específica, porque el ser humano no porta únicamente una cultura específica, por un lado, y porque, desde mi punto de vista, el ser humano no “porta” una cultura, sino que es “creador de cultura”, o, en última instancia, de “culturas”. Por lo tanto –y volviendo al ejercicio anterior– el concepto tradicional de cultura queda obsoleto en tanto que su delimitación espacial no constituye un único determinante en la vida y construcción cultural de las personas y sociedades, mientras que las normas de interacción entre las mismas sí se ha convertido en un referente de esta construcción. El ser social no aprehende su mundo social, sino que construye su mundo social.

Y es aquí cuando parece realmente atractiva la propuesta de la economía de la información, en tanto que ésta, producida desde donde sea y por quien sea, resulta accesible para quien se introduzca en este espacio “virtual” de construcción. A primera vista es una acción altruista de ceder, compartir y socializar la producción y el conocimiento.

Sin embargo, si nos situamos en la perspectiva de la “producción” del conocimiento, el planteamiento y la reflexión dan un giro importante, dado que “los modelos emergentes de producción cultural y de la información, se han descentralizado radicalmente –en el sentido de que no hay un monopolio del conocimiento– y se basan en patrones emergentes de cooperación e incluso en una simple coexistencia coordinada, (las tecnologías de información) han comenzado a tomar un rol cada vez más extenso en cómo se produce el sentido-información, conocimiento y cultura” (Benkler, 2006: 33). Es decir, dado que el avance o el estado tecnológico no determina el estado de la estructura social, sino que se combina con factores de tipo económico y social, cabría preguntarnos, ¿en qué condiciones económicas y sociales se encuentra inmersa la tecnología hoy en día? ¿Junto a qué intereses actúa?

Me refiero a que las “acciones altruistas” del Internet van de la mano con otros intereses, como el de la producción del conocimiento, y por ende, de patrones de conducta social y cultual, por ejemplo, el del consumo. Benkler afirma que esto responde a actos altruistas que permitirán la libertad y la justicia en la producción del conocimiento y la información. Sin embargo, si nos situamos en las razones que condujeron a adoptar este modelo, encontramos que, probablemente no son actos “altruistas”, sino de conveniencia económica y productiva, una vez que entendemos que los beneficios de la producción de conocimiento y cultural, llegaban más a el sistema de leyes que protegen la producción (“derechos de autor” y patentes) que eran necesarios crear para proteger las obras, que a los mismos productores y consumidores. “El decline de en el costo de los medios para producir e intercambiar información, conocimiento y cultura, ha disminuido sustancialmente el costo del intercambio y expresión de la información y de ese modo aumentado la eficacia de la producción del no-mercado” (Benkler, 2006: 56), es decir, se ha logrado el objetivo de “minimizar el costo y maximizar el beneficio”. Sin embargo, aunque parezca una acción de intercambio libre y altruista, resulta que hoy todos tenemos acceso a crear y recibir la misma información, por lo que, considero, todos consumimos y producimos, con mayor frecuencia, información más homogénea, lo que nos conduce a acciones más homogéneas. En este sentido, en el mundo de hoy somos seres individuales aislados ligados por una “red de conocimientos” compartidos, desde donde actuamos en el mundo social, que no se define ya por el espacio, sino por la creación y recepción de conocimiento en el espacio desde el que cada persona actúa. Por lo tanto, para la antropología no termina el objeto de estudio una vez individualizada la acción social, sino que da un giro en tanto debe reconceptualizar el “espacio” y la “acción social”. No es necesaria una comunidad cerrada, compartida por una colectividad, sino la acción e inmersión, aunque sea de manera individual, dentro del mundo social de redes al que estamos inmersos hoy en día, para que una “una persona sea un ser social”, en tanto que se comparte y construye de manera socializada.

Thursday, September 14, 2006

Creo que la discusión académica de la Antropología y las demás “ciencias” o disciplinas sociales, se ha quedado un tanto estancada en que si es ciencia o no, en si es objetiva o subjetiva. Finalmente, creo que sería más útil superar ese nivel de discusión y procurar ir un poco más allá y, probablemente, volver al por qué y para qué de la antropología.
Los orígenes de la disciplina, están claramente definidos en un momento en el que el mundo (o los que se consideraban "el mundo") tuvo la necesidad de conocer y explicar a aquellos "seres" con los que cohabitaban. Poco a poco, surgió la necesidad de pasar a ser una mera explicación de su mundo, a convertirse en una verdadera "ciencia", que asegurara verdades tan irrefutables como las de las ciencias naturales. Problamente en ese momento se ha detenido.
Sin embargo creo que esta discusión ha dado como resultado positivo, un espacio de movimiento y credibilidad a quienes se dan a la tarea de conocer el mundo social: los antropólogos. A través de la profesionalización y, de algún modo "insititucionalización" de la disciplina, la antropología (además de las otras ciencias sociales) representa ya una voz que se debe considerar al hablar del gran mundo social y de todos esos pequeños mundos que son objeto de ella.
Este espacio posiciona a los antropólogos en un lugar privilegiado, y considero que debe ser aprovechado, no tanto para volver a lo mismo, sino para, a partir de aquí, preguntarnos, otra vez: ¿y la antropología, para qué?.
Considero que es compromiso del antropólogo profesional, conocer, explicar, y actuar en un mundo que ahora tiene en sus manos. Ese es su compromiso con la sociedad, mucho más allá de definir su status en el mundo científico y académico, y mucho más allá de meramente explicar aquellos mundos desconocidos, creo que ese es el papel que le deja este lugar privilegiado que ha ido adquiriendo con el paso del tiempo. Creo, determinantemente, que la antropología no debe limitarse a la investigación y al hablar de los otros, sino a actuar no solo en ese mundo ajeno, sino en nuestro propio mundo de vida.
¡Sí que si!! Un poco tarde...lo siento...