Thursday, June 21, 2007

Sesión 8.
Sistemas agroalimentarios locales.

Me parece que desde diferentes experiencias, los dos textos apuntan a la necesidad y el consenso de la participación comunitaria para el buen logro de los proyectos productivos comunitarios.
Desde estas experiencias es interesante retomar la propuesta que las autoras de Recuperar lo nuestro (2006) a su vez retoman para diferenciar los tipos de participación que dentro de un proyecto específico puede tener la comunidad involucrada: la participación pasiva, la consulta y la participación interactiva. Es importante dado que las experiencias revisadas en las sesiones anteriores, en específico me refiero a la de Nueva Delhi, demuestran un tipo de participación que puede ser disfrazada de muchas formas, pero que se limita a ser “pasiva” o del tipo de “consulta”, ya que se les informa del proyecto y se les intenta persuadir argumentando beneficios y la apropiación de la comunidad sobre el mismo, pero al final, el diseño y la implementación corre por parte de los grupos que algún interés particular tiene sobre el proyecto.
Las dos experiencias revisadas en esta ocasión presentan un caso distinto en el que la participación comunitaria, de manera activa, es no sólo importante, sino que resulta ser la esencia misma del proyecto: sin ella no sólo no funciona, sino que no tiene posibilidades de existir.
Esta relación mutua y recíproca, posiciona a los productores (en el caso del trigo) y/o a los habitantes de las comunidades interesadas (en los dos casos) en una posición de igualdad frente a los fines que se han propuesto y que entonces sí, rebasan a los económicos, ya que se genera una relación o lazo de cooperación y solidaridad que se vuelve, una vez más, fundamental para el logro propuesto: “a través de la participación los integrantes de un grupo social toman parte de un asunto o situación que les interesa mutuamente (...) Para lograr la participación en el trabajo con las comunidades es necesario entablar relaciones de respeto, pero también lazos de confianza y afecto mutuos” (Cano, 2006: 22, 23); “se persigue que la sustentabilidad económica y ambiental surjan al amparo de acuerdos sociales que refuercen la cohesión de los territorios” (González, 2006: 11).
De aquí surge la diferencia y particularidad de la producción, el mercado y los proyectos alternativos, en tanto establecen relaciones sociales que rebasan a los meros intereses del mercado convencional y consideran los intereses locales como parte constitutiva del proyecto mismo, como parte del “rompecabezas” del que habla Ingreet, y en este sentido, el esfuerzo de la promoción de la producción de trigo orgánico en comunidades campesinas de Chiapas, que no hubiera sido posible sin el consentimiento común, así como los esfuerzos de la canasta orgánica, y de la red de productores, distribuidores y consumidores que desde hace algún tiempo de ha venido fortaleciendo, resulta un claro ejemplo de los resultados que la participación consensuada puede alcanzar, sin la necesidad de excluir necesariamente, agentes o fuentes que “moralmente” resultan incómodas, tal como lo muestra el caso específico de la Restauración Ecológica en Colombia, en donde se involucraron actores públicos que de igual modo se sumaron al esfuerzo de armar este complejo rompecabezas social.

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